Obras
Término usado en las Escrituras por lo menos en tres diferentes sentidos: las obras de Dios, las de Jesucristo y las del hombre.
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En el Antiguo Testamento la frase «las obras de Dios» denota a) las cosas que Él hizo o creó (→ creación, Génesis 2:2; Salmos 8:3, 6; 19:1; 139:14), y b) los hechos maravillosos que realizó (Josué 24:31; Jueces 2:7; Salmos 46:8; 66:3; 77:11). Estas revelan la persona de → Dios: su poder, grandeza, maravillas, sabiduría y bondad. Tenemos el llamado, pues, a recordarlas, a meditar en ellas (Salmos 77:11, 12; 143:5) y a estar agradecidos por ellas (Salmos 105:21, 22).
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Por sus obras Jesucristo se reveló y comprobó que era el Mesías y el → Hijo de Dios (Mateo 11:2–5; Juan 5:36; 10:25). Al vincular sus obras con las del Padre e identificarse así con Él, lo acusaron de blasfemia (Juan 5:17–23). Sus obras pueden producir fe en Él (Juan 10:38; 14:10, 11; 20:30, 31).
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Las obras del hombre no son capaces de salvarlo, puesto que es Dios el que otorga la salvación, no como recompensa, sino por pura gracia (Romanos 4:1–5; Efesios 2:8, 9; Tito 3:5). Sin embargo, las buenas obras son el resultado normal de la redención como lo es el fruto en un árbol. Revelan la actividad divina en el hombre regenerado (Mateo 5:16; 7:16–20; Juan 14:12; Gálatas 5:22, 23; Santiago 2:18; 1 Pedro 2:12). Dios ordena que el creyente se ocupe en las buenas obras (Efesios 2:10; Tito 3:14; Hebreos 10:24).
Por otro lado, el hombre incrédulo revela su condición depravada mediante sus malas obras (Juan 3:19; Gálatas 5:19–21; Efesios 5:11).