La Cruz en la Oración
En aquel día pediréis en mi nombre… (Juan 16:26)
Demasiadas veces pensamos en la Cruz de Cristo como algo por lo que tenemos que pasar, olvidando que el propósito de pasar por ella es el de introducirnos en ella. La Cruz simboliza para nosotros una sola cosa: total, entera y absoluta identificación con el Señor Jesucristo, y no hay nada en lo que esta identificación se haga más real que en la oración.
«Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8). Entonces, ¿por qué hemos de pedir? El propósito de la oración no es conseguir respuestas de Dios, sino mantener una unidad perfecta con Él. Si oramos sólo porque queremos respuestas, nos irritaremos y acabaremos enojándonos con Dios.
Cada vez que oramos recibimos una respuesta, pero ésta no siempre viene en la manera que esperamos. Entonces nuestra irritación espiritual demuestra nuestro rechazo «a identificarnos verdaderamente» con nuestro Señor en la oración. No estamos aquí para demostrar que Dios da respuestas a la oración, sino para ser trofeos vivientes de la gracia de Dios.
«… no os digo que oraré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama…» (Juan 16:26-27). ¿Has llegado a tal nivel de intimidad con Dios hasta el punto de que tu vida de oración ha llegado a ser una con la vida de oración de Jesucristo? ¿Ha puesto el Señor Su vida en el logar de la tuya? Si es así, entonces «en aquel día» estarás tan estrechamente identificado con Jesús que no habrá distinción.
Cuando parece que la oración no recibe respuesta, cuídate de tratar de achacarlo a nadie. Ésta es siempre una trampa de Satanás. Cuando te parezca que no recibes respuesta, siempre hay una razón: Dios emplea estas razones para darte una instrucción personal profunda, dirigida única y exclusivamente a ti.