Lugar de testimonio. Con letras griegas, latinas y hebreas se escribieron sobre Él estas palabras: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Aunque escritas y leídas con burla y desdén, estas palabras eran absolutamente ciertas.
La definición de la santidad. En un sentido, es indefinible. George Goodman observa: No hay palabras que puedan describir la santidad, porque es conocida solo por los que se dan a Dios
Todo el pueblo del Señor tiene una causa común. Aunque eran doce tribus, sin embargo eran todos hermanos (v. 6). El debilitamiento o el fortalecimiento de una era el debilita-miento o fortalecimiento de la totalidad.
El lugar y tiempo del don. El lugar era «el desierto de Sin» (v. 1). El tiempo fue cuando estaban murmurando contra los siervos de Dios (v. 2). ¡Qué verdadera imagen de la posición y carácter del hombre cuando vino Jesucristo!
Dios a nadie pierde sino al que se va, Y nadie se va sin que Dios se duela; Dios se duele por su abandono, Yendo tal corazón a su propia condenación. Abandonar a Dios es abandonar la FUENTE DE AGUAS VIVAS.
Una vida en la que Cristo mora. Y ahora es Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Ha devenido, por así decirlo, una nueva personalidad. Una nueva voluntad, un nuevo propósito, y un nuevo poder rigen y reinan ahora.
Aquí, como cuando envió a su Hijo, el último alegato de Dios fue la manifestación de su propio carácter. Aunque Dios respondió a Job desde el torbellino, no tenemos por ello que inferir que la voz fuera como una tempestad rugiente y desarraigadora...
La tiranía de la clase rica solo es igualada por la envidia de la clase más pobre. El siervo de Cristo no debe esforzarse ni en pos de ventajas personales ni de la alabanza de los hombres, sino que en nombre de su Señor tiene que hablar sin temor.
Dos veces en este Salmo habla Dios de que su alma «reposa» o «confía callada» (V.M.) en Dios. Este silencio es profundamente significativo. Es casi tan ominoso para nosotros como lo fue en el cielo como por media hora
Los judíos, en la ceguera de sus corazones, seguían clamando por una señal de Cristo que mostrara que Él era realmente aquella «comida que permanece para vida eterna», después de haberlos alimentado con pan milagroso.